
En un callejón de la ciudad antigua de Jerusalén, un grupo de niños apura el último resquicio del día antes de que las madres decreten el toque de queda. Los gritos estridentes y los pelotazos contra las persianas metálicas recién bajadas de los comercios, resuenan con fuerza en el interior de aquel estrecho y concurrido pasaje. Por suerte, no parece que molesten a nadie.
Ahora que el viajero puede mirárselo todo desde la distancia, el criterio de justicia, el sentido común, el coraje, la forma de tratar a los demás o cómo sobreponerse a las adversidades, son cosas que no aprendió enjaulado entre pupitres, pizarras y castigos, sino en la calle, que es donde pasó los momentos más felices de su infancia. Y todo lo que aprendió, que fue mucho, ya nadie ha podido arrebatárselo nunca.

Los parques, plazas o calles juegan un papel central en la vida cotidiana de los urbanitas. Según la Organización Mundial de la Salud, disponer de espacios públicos adecuados promueve la salud física y mental, y está asociado con una incidencia menor de enfermedades crónicas. Además, estos espacios promueven la interacción y la inclusión social al ofrecer lugares donde personas de diferentes orígenes y condiciones se pueden encontrar en actividades comunes, mejorando no sólo la calidad de vida, sino también la identidad urbana y la sostenibilidad social. Pese a los beneficios, en las ciudades el espacio se comprime cada vez más.
ha disminuido de un 25% a un 21% en los últimos años

En unas ciudades en constante crecimiento, la inversión en espacios compartidos es fundamental para construir entornos urbanos más habitables. Las ciudades del futuro deben proporcionar a sus ciudadanos más árboles, más bancos para sentarse, más espacios para la convivencia que sean seguros, inclusivos y accesibles. Espacios compartidos que contribuyan al ocio de los adultos, al juego de los niños, al paseo de la gente mayor, y mejoren la calidad de vida de todos los residentes.
En Barcelona, por ejemplo, las supermanzanas son un paso hacia una ciudad más habitable y adaptada a los retos climáticos y sociales del siglo XXI. En determinadas calles se limita el tráfico y se reserva el espacio para usos vecinales, espacios verdes y movilidad activa (a pie o en bicicleta). Entre los beneficios, se encuentran la reducción de ruido y de contaminación, la mejora de la salud y convivencia ciudadana y el apoyo a la mobilidad sostenible y el comercio local. Sin embargo, también han generado controversias: comerciantes y vecinos han expresado preocupaciones por el impacto en la actividad económica. Además, algunos expertos cuestionan la aplicación homogénea del modelo en un barrio tan denso como el Eixample.





Taichí en la plaza (Beijing, China)
Noche en Djemaa el-Fnaa (Marrakech, Marruecos)