Satisfacer la acelerada demanda de viviendas a un precio asequible, proveer las infraestructuras de transporte necesarias o garantizar servicios básicos y puestos de trabajo para todos los ciudadanos son algunos de los muchos retos que se plantean en un mundo que se urbaniza a un ritmo vertiginoso, y en el que casi 1000 millones de personas viven en asentamientos urbanos informales. Además, el crecimiento de las ciudades comporta también impactos ambientales relevantes: representan cerca del 80% del consumo de la energía, el 75% de las emisiones de dióxido de carbono y más del 60% del uso de los recursos naturales. La rápida urbanización también ejerce presión sobre el suministro de agua potable y la gestión de las aguas residuales, con importantes consecuencias para la salud pública. Además, el 90% de los habitantes de las ciudades respira aire que no cumple las normas de seguridad establecidas por la Organización Mundial de la Salud, lo que provoca millones de muertes cada año a causa de la contaminación atmosférica.
En este contexto, el 25 de septiembre de 2015, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, una hoja de ruta con 17 objetivos a través de los cuales se propone abordar los grandes retos globales. La Agenda propone modelos de producción y consumo responsables que, entre otras cosas, permitan erradicar la pobreza, combatir las desigualdades y promover la prosperidad de la humanidad entera sin poner en riesgo la integridad del planeta. Esta hoja de ruta debe marcar la acción de la comunidad internacional durante los próximos años para conseguir un hito común: el desarrollo mundial sostenible.
