
Las continuas invasiones que sucedieron la caída del Imperio Romano obligaron a las ciudades a realizar costosas inversiones defensivas, visibles en el amurallamiento. Un ejemplo de ello es la ciudad de Carcasona, en la región de Occitania, en el sur de Francia, conocida por sus fortificaciones que se remontan a la época galoromana. La fortaleza, patrimonio de la humanidad por la UNESCO, está formada por una serie de murallas, torres y puertas, siendo una de las ciudades fortificadas mejor conservadas de Europa.

El centro histórico de Sighişoara preserva las estructuras y características de una ciudad medieval fortificada. La ciudad tuvo un papel importante a lo largo de varios siglos por su situación estratégica y comercial en las rutas que comunicaban la península Balcánica con el centro de Europa, con un importante número de artesanos, que eran la base de la economía local, y una gran cantidad de mano de obra que trabajaba en las continuas labores de fortificación de la villa. El símbolo de la ciudad es la torre del Reloj, construida en 1556.
Durante la edad media, la artesanía se organizó en gremios. Los carpinteros, herreros, tejedores o alfareros creaban objetos de alta calidad, a menudo comisionados por la nobleza o la iglesia. Gracias a estos intercambios, los artesanos y los comerciantes fueron creando nuevos barrios llenos de talleres y establecimientos llamados burgos, y prosperaron hasta constituir una nueva clase social cuya actividad no estaba ligada a la posesión de tierras: la burguesía. Algunos de estos burgueses se fueron haciendo ricos y prósperos, y fueron acumulando más poder.

En la Barcelona medieval, los oficios desempeñaron un papel fundamental en la vida económica, social y cultural. Muchas calles de Ciutat Vella toman el nombre de los trabajos que se practicaban, y hoy son un testimonio milenario de su rica historia artesanal y comercial. Son ejemplos las calles de los Sombrerers, de los Algodoneros, de los Boters, de los Sazonadores, de los Carders y de los Corders, de los Argenters, de los Flassaders o de los Espasers, que se pueden encontrar paseando por el barrio de la Ribera, Sant Pere y Santa Catalina. Estos nombres no sólo indican las actividades económicas que se realizaban en estas calles, sino que también permiten entender mejor la organización y el funcionamiento de la Barcelona medieval. Los oficios definían la estructura social de la ciudad. Los artesanos y comerciantes constituían una clase media urbana que se diferenciaba claramente de la nobleza y la agricultura.
El trabajo de los artesanos ha sido una importante fuente de actividad en las ciudades. La producción artesanal ha generado empleo y ha sido parte significativa del comercio local. Tejedores, ceramistas, orfebres, cortadores y otros oficios altamente especializados han propiciado el desarrollo económico y cultural de los núcleos urbanos a través de la producción de tejidos, cerámica, joyería y objetos decorativos. Los albañiles, carpinteros, canteros y herreros han contribuido a la construcción de infraestructuras como edificios, puentes, acueductos, calles empedradas y sistemas de alcantarillado, o de impresionantes monumentos como las catedrales o los palacios, que han enriquecido el paisaje urbano, dejando una huella permanente a lo largo de la misma.

Más allá del continente europeo, otras ciudades prosperaron durante la Edad Media. Es el caso de Angkor Wat y de sus fabulosos templos, en el norte de Siem Reap, en Camboya. Angkor Wat es el mayor monumento religioso del mundo. Ocupa un área de más de 400 kilómetros cuadrados y contiene los restos de las distintas capitales del Imperio Khmer. Se construyó en el siglo XII, originalmente como templo hindú, aunque posteriormente se convirtió en un templo budista. El complejo se considera una obra maestra de la arquitectura, por lo que ha sido declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO.


