Las ciudades representan alrededor del 70% de las emisiones mundiales de CO₂ y otros gases de efecto invernadero debido al tráfico, al consumo de energía en los hogares o de las actividades industriales, contribuyendo de forma decisiva al calentamiento global. Desde la época preindustrial, la temperatura media del planeta ha aumentado en 1,1 grados.
El incremento brusco y acelerado de las temperaturas comporta variaciones repentinas en el clima y en los ciclos físicos de la naturaleza. Cuando el clima varía, se intensifican los fenómenos meteorológicos violentos como las sequías, las inundaciones, las tormentas, los incendios, el desbordamiento de los ríos, los tifones o los huracanes, muchas veces con consecuencias desastrosas. Es el caso de Ian, un poderoso huracán de categoría 4 que en el 2022 causó daños catastróficos en el oeste de Cuba y el sudeste de Estados Unidos. En total, causó al menos 158 muertes y más de 50.000 millones de dólares en daños.
Cuando sube la marea, una fina capa de agua de mar sobrepasa los márgenes del puerto e inunda las calles de Paraty. Quienes viven allí han tenido que encontrar formas de desplazarse por el centro de la ciudad sin tener que poner los pies en el agua. El incremento progresivo de las temperaturas amenaza con sumergir bajo el agua muchos litorales costeros y pequeños estados insulares. Entre 1901 y 2010, el nivel del mar aumentó 19 centímetros. Si el ritmo de emisiones de gases de efecto invernadero se mantiene, se prevé una elevación del nivel de unos 30 centímetros para 2065 y de más de medio metro antes de finalizar el siglo, lo que transformará completamente el perfil de las costas tal y como lo conocemos hoy, y obligará a millones de personas a desplazarse hacia nuevos territorios. El riesgo es especialmente alto en las llanuras fluviales y zonas costeras de los países en desarrollo —densamente pobladas y en rápida urbanización—, donde viven el 89% de las personas expuestas a inundaciones de todo el mundo.
Los impactos del calentamiento global afectan de forma desproporcionada a los países en desarrollo, que pierden una media anual del 1% del PIB a consecuencia de los desastres, frente al 0,1% en los países desarrollados. Los asentamientos informales son más vulnerables a las catástrofes, ya que los que viven allí no tienen las redes de protección social necesarias para recuperarse de las crisis económicas que se derivan. Sin un desarrollo urbano inclusivo, en poco más de 5 años, el cambio climático podría empujar a la pobreza a otros 100 millones de residentes urbanos.
